Las enfermedades hematológicas abarcan una amplia gama de condiciones que afectan la sangre, la médula ósea y los órganos linfoides. Un diagnóstico temprano y un seguimiento adecuado son esenciales para garantizar el tratamiento oportuno y mejorar la calidad de vida de los pacientes. A continuación, se describen las pruebas más comunes utilizadas en el diagnóstico y seguimiento de estas enfermedades.

1. Hemograma completo

El hemograma completo es una de las pruebas más frecuentes y esenciales en hematología. Proporciona información detallada sobre:

  • Glóbulos rojos: Evalúa el nivel de hemoglobina, hematocrito y el recuento total de glóbulos rojos para detectar anemias y policitemias.
  • Glóbulos blancos: Determina el recuento total y diferencial de leucocitos para identificar infecciones, leucemias o trastornos inmunitarios.
  • Plaquetas: Ayuda a diagnosticar trastornos de la coagulación como trombocitopenia o trombocitosis.

2. Frotis de sangre periférica

Este análisis complementa el hemograma al examinar al microscopio las células sanguíneas. Permite identificar anormalidades morfológicas en glóbulos rojos, blancos y plaquetas, lo cual es útil en el diagnóstico de enfermedades como anemias hemolíticas, leucemias o infecciones parasitarias.

3. Pruebas de coagulación

Evalúan la capacidad de la sangre para coagularse y detectan trastornos como hemofilia o trombofilia. Entre las pruebas más comunes se incluyen:

  • Tiempo de protrombina (TP): Mide la vía extrínseca de la coagulación.
  • Tiempo de tromboplastina parcial activada (TTPa): Evalúa la vía intrínseca y común.
  • Fibrinógeno: Detecta niveles bajos de esta proteína crucial para la formación de coágulos.

4. Análisis de hierro y metabolismo de la hemoglobina

Estas pruebas son clave para diagnosticar anemias. Incluyen:

  • Ferritina: Mide los depósitos de hierro en el cuerpo.
  • Capacidad total de fijación de hierro (TIBC): Evalúa la capacidad de la sangre para transportar hierro.
  • Electroforesis de hemoglobina: Identifica hemoglobinopatías como la anemia falciforme o talasemias.

5. Biopsia de médula ósea

Se utiliza para examinar la producción de células sanguíneas y diagnosticar condiciones como leucemias, mielomas múltiples y mielodisplasias. Este procedimiento también permite evaluar la respuesta al tratamiento en enfermedades hematológicas malignas.

6. Estudios citogenéticos y moleculares

Estas pruebas avanzadas analizan anormalidades genéticas y moleculares en las células sanguíneas. Son esenciales para diagnosticar y clasificar leucemias, linfomas y otros trastornos hematológicos. Ejemplos incluyen:

  • Cariotipo: Detecta alteraciones cromosómicas.
  • PCR y secuenciación de ADN: Identifica mutaciones específicas asociadas a ciertas enfermedades.

7. Inmunofenotipo por citometría de flujo

Esta prueba analiza la expresión de marcadores en la superficie de las células sanguíneas. Es especialmente útil para clasificar tipos de leucemias y linfomas, así como para evaluar la presencia de células cancerosas residuales tras el tratamiento.

8. Seguimiento y monitoreo

El seguimiento periódico es fundamental para evaluar la eficacia del tratamiento y detectar recaídas. Las pruebas específicas dependen de la enfermedad, pero pueden incluir hemogramas regulares, estudios de imagen y análisis moleculares.

El diagnóstico y seguimiento de enfermedades hematológicas requieren un enfoque multidisciplinario y el uso de pruebas avanzadas. Si experimentas síntomas como fatiga, sangrados frecuentes o infecciones recurrentes, consulta a un especialista para realizar una evaluación completa. Un tratamiento oportuno puede marcar una gran diferencia en el pronóstico y calidad de vida.

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